jueves, febrero 28, 2008

La exageración estadística

La exageración estadística

Ramiro Arteaga Sarabia

El sabio escritor argentino Jorge Luis Borges afirmaba que la democracia es una exageración de la estadística.

Esto es llevado hasta sus últimas consecuencias en los procesos electorales que vivimos donde “los votantes que reflejan las encuestas no tienen rostro humano. Tienen edad, sexo, religión, nivel de ingreso…” (Aguilar Camín en Milenio del 25 de febrero).

Los atributos de los electores son abstracciones, datos, cifras que, si uno las mira bien, dicen muy poco sobre la humanidad de estas personas.

Esto es llevado al extremo en la elección norteamericana, donde toda la realidad parece estar contenida en cifras y sistematizarse por ordenadores.

Como si fuera un partido de futbol americano o beisbol, las cifras tienen un dinamismo ininteligible. Lo cual vuelve irracional a su sistema electoral.

En España, pareciera darse un proceso distinto, la falta de estridencia de los candidatos, los discursos sobrios, incluso el tono mesurado de los medios, nos da cuenta de procesos de votación, al menos en apariencia, más mesurados.

Un ejemplo de esto nos lo ofrece el debate de los candidatos a la Presidencia del Gobierno Español del domingo pasado.

Tanto el candidato del Partido Popular (PP), Mariano Rajoy; como el del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), manifestaron sus ideas con contundencia y un cierto toque de pasión, pero siempre cuidando el hilo mental del discurso y la racionalidad fundamentada de sus argumentos.

Frente a la exageración estadística que amenaza con cubrir de abstracciones la realidad social y la realidad política de nuestra democracia, el debate Rajoy versus Zapatero es una pieza de lo que significa el diálogo crítico para un país.

Sin falsas añoranzas al pueblo español, es necesario que la clase política retome la racionalidad argumentativa, y encuentre formas modernas y dialógicas para la obtención de votos en las cámaras y en las elecciones.

Si bien, España parece, electoralmente, dividida en dos, nadie, absolutamente nadie, está apostando, ni cerca, por la destrucción de las instituciones, nadie pone en tela de juicio a los organismos electorales, nadie habla de ir en contra de las decisiones de los congresos cerrando aeropuertos o por otros medios violentos.

La visión crítica de la oposición española es intransigente en los cuestionamientos al gobierno de Zapatero, ha realizado un seguimiento quisquilloso a sus políticas públicas, pero, con ningún gesto o dicho, ha insinuado o apostado por la destrucción de las instituciones políticas de España.

En la exageración estadística que ve en los electores una serie de cifras se esconde una abstracción de la misma naturaleza a la voz: pueblo.

Los demagogos que hablan con el pueblo, que son la voz del pueblo, que claman las bondades del pueblo, utilizan esta abstracción para ocultar sus intereses políticos y sus luchas por la obtención del poder.

Por eso Borges hablaba de este riesgo de la democracia, cuando la realidad es suplantada por abstractos y, en este sentido, utilizar al “pueblo” para radicalizar las posturas o para manipularlo como una masa acrítica, es una de las vertientes más nefastas y más probables de esta exageración estadística.

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