sábado, octubre 14, 2006

El ambiente familiar de disney

martes, octubre 10, 2006

El espejo

Ramiro Arteaga Sarabia

Insisto, Guerrero y Oaxaca son estados espejo. Los cacicazgos regionales han dañado el tejido social de ambas regiones; el corporativismo que en algún momento permitió la concentración del poder en el PRI, ahora se vuelve en su contra.

Emblema de este corporativismo es el magisterio otrora misioneros de la revolución.

Pero los maestros no son una fuerza revolucionaria, para nada; no los alientan ideales de superación del rezago social; sólo buscan nuevas componendas, más salario, menos días de trabajo, más bonos, aguinaldos onerosos. A eso se reducen las demandas magisteriales.

Mientras la frivolidad del gobernador de Oaxaca Ulises Ruiz abonó al conflicto; Zeferino Torreblanca, durante todo su gobierno, ha buscado desmoronar la estructura magisterial sin éxito.

Cada intento revela el músculo del magisterio guerrerense: cierran oficinas, suspenden clases, bloquean calles, hacen lo que quieren.

El magisterio es un poder sin contrapesos. Se trata de una lógica en la cual los niños y los jóvenes son los menos importantes.

¿Cómo llegaron los maestros a este punto sin retorno?

¿Pueden delinquir impunemente y al mismo tiempo formar a los miles de niños que todos los días entran a las aulas de académicos sin vocación?

El magisterio, como muchas otras instituciones en México, requiere de una conversión, un cambio de mentalidad, una media vuelta.

No es fácil, para lograrlo se necesita un movimiento de autocrítica al interior del propio magisterio, un grupo de maestros decididos a abandonar esta lógica corporativa y gremial, alguien interesado en el porvenir.

Debe existir, en los miles de maestros que toman las calles, alguien que logre ver la estupidez de los líderes, su falta de aprecio por dar clases, por formarse y formar a un mejor ser humano.

Un movimiento así podría terminar en algunos años con toda esa horda de maestros chambistas, corruptos, que han convertido la bella profesión de la docencia en un circo, en un burdel.

Los maestros de Guerrero son espejos de los oaxaqueños. La falta de aprecio por su vocación lastima; los niños se dan cuenta, ya no los respetan, ni ellos ni sus padres, en suma la sociedad, en cierta forma, les da la cara, los desprecia.

Da pena decir el nombre de la profesión, es sinónimo de decadencia de “no quedó de otra”, de “mientras encuentro algo mejor”. Lejos queda la concepción de Paolo Freire de la educación como un acto de amor.

El desenlace de este capítulo de la insurrección magisterial en Oaxaca se aproxima, no así la solución del problema de fondo, Guerrero es un buen escenario para un nuevo brote; mientras Guerrero y Oaxaca seguirán siendo los estados con los peores promedios escolares de México: las lecturas no se comprenden, las matemáticas no se asimilan.

Un nuevo déspota gobernará Oaxaca, hasta que un maestro se decida a que las cosas sean distintas.

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