miércoles, mayo 16, 2007

La guerra

Ramiro Arteaga Sarabia

Las nueve ejecuciones perpetuadas el lunes en el sur, centro y norte de México son un signo terrible de la guerra que enfrenta al Estado Mexicano contra una entidad transnacional denominada eufemísticamente delincuencia organizada.

En este momento es fácil coincidir con la afirmación de que estamos ante el principal problema que enfrentamos como país.

¿Qué solución viable podemos dar como país a este flagelo?

Hasta el momento, la respuesta la han dado el gobierno y el ejército.

Pareciera que es necesario o ya va siendo tiempo de que los ciudadanos realicemos acciones concretas para recuperar los espacios que ahora son utilizados por bandas de delincuentes para enviar signos macabros de su poder. Hasta el momento, casi todos los demás actores sociales hemos tenido una actitud pasiva.

Por ejemplo, en España, son conmovedoras las imágenes de millones de personas que salen a la calle para exigir justicia cuando es asesinado un inocente. Nadie podría contra la fuerza de una sociedad participativa y solidaria.

Ninguna fuerza oscura podría contra una comunidad de hombres y mujeres dispuesta a garantizarse el buen estado de sus ciudades.

Nadie podría contra la unidad de los mexicanos.

Pero en este momento de la historia de México, la desconfianza es la nota que caracteriza nuestra convivencia social: quién puede confiar en los cuerpos policiacos, quién confía en los vecinos que tienen espacios de narcomenudeo, quién deposita su vida en manos de los organismos de procuración de justicia.

Por tanto, mientras no exista una decisión conciente de los ciudadanos de México para recuperar las zonas del país infestadas por el narco, hasta que no exista tal hecho, no alcanzará ninguna fuerza militar para contener a estas bandas de delincuentes.

Porque los cuadros del narcotráfico, con el terrible poder de corrupción que le brinda el negocio de la droga, compran personas, voluntades políticas, infiltrados, conciencias de los mismos ciudadanos.

Esta situación genera graves fracturas de la sociedad mexicana las cuales evidencian la falta de unidad en temas vitales para el bien común del país.

Por ejemplo, la capacidad intelectual y de construcción de leyes de los diputados debe orientarse al combate de este terrible problema nacional, los legisladores podrían presentar alternativas legales que permitan ir coptando la capacidad corruptiva del dinero del narcotráfico.

O bien, generar los mecanismos legales que permitan un combate en otros frentes contra estas mafias.

En Guerrero esto es una exigencia inmediata. Dependerá de todos, no sólo del Presidente Calderón y de las fuerzas Armadas, poner un hasta aquí, un se acabó al rostro multifacético y perverso con el que el narcotráfico opera en Guerrero y en México.

Los Diputados, los partidos políticos y sobretodo los ciudadanos no podemos permitirnos seguir viviendo en la zozobra o viendo la televisión y sumando, día a día, las bajas que esta Guerra con el narcotráfico deja entre nuestras policías, organismos de justicia, militares y vecinos.

El empoderamiento ciudadano es la única salida realista para terminar con esta guerra que nos está llenando de sangre, miedo y, lo peor, de un gravísimo sentimiento de desesperanza.

www.arteagasarabia.blogspot.com