miércoles, julio 26, 2006

Las cartas

Coincido con Andrés Manuel López Obrador en que vivimos tiempos cruciales para el país. Estoy de acuerdo en que esta circunstancia histórica demanda a los políticos “la lucidez y la integridad que permiten estar a la altura”. Aplaudo el llamado que realiza en el inicio de su carta: “De lo que hagamos o dejemos de hacer, dependerá el futuro de nuestro pueblo… Esa exigencia histórica nos obliga a dejar a un lado los intereses particulares y a elevar, por encima de todas las cosas, los intereses de la nación”. (López Obrador, 24 de julio de 2006). Sin embargo, hablar de fraude sin sustentar el juicio en pruebas documentales convierte al primer párrafo de la carta que entregó AMLO a Calderón en un sofisma. Cuando en un escrito predominan las inferencias y los juicios por sobre los hechos, se establece el carácter tendencioso del texto. De los 15 párrafos que componen la carta de AMLO a Calderón al menos 13 los dedica a denostar el proceso electoral y a reconfigurar su eterna teoría del complot. López Obrador escribe de la actuación “facciosa” del Consejo General del IFE, la inequidad de los medios de comunicación, de dinero “de procedencia desconocida” en las campañas, de “grupos de intereses”, de “guerra sucia”, “mentiras y campañas de miedo” y cierra con que hubo “manipulación en los sistemas de cómputo electoral y se falsificaron los resultados en miles de actas de escrutinio”, sin presentar una sola prueba. En lo que ya es un clásico “si una mentira se repite las veces suficientes se transforma en verdad”, incluso para quien es el primero en enunciarla. Es probable que AMLO en verdad crea que ganó las elecciones, es verosímil que él piense que los llamados a la resistencia civil provengan de una abstracción denominada “el pueblo”, pese a que él mismo hizo tal proclama. Es factible creer que AMLO crea que él y sólo él sea el gobernante que requiere México; en este contexto no es sorprendente el juicio de Carlos Marín, director de Milenio Diario: “Yo voté por Andrés Manuel, pero los dichos y hechos de él durante y después del 2 de julio, me hacen creer que él no es un demócrata”. (El cristal con que se mira, 24 de julio de 2006). En esta crisis electoral, en medio de la violencia que habita en Acapulco, los llamados al diálogo, a la tolerancia, al respeto de las instituciones no deben ser letra muerta. Al contrario, estoy de acuerdo con la proclama contenida en la carta que Felipe Calderón dirige a AMLO, donde el primero convoca al segundo a la unidad, la paz y la búsqueda de coincidencias. Un llamado no estridente pero sí decidido y real a buscar solucionar esta coyuntura. Para pasar a la solución urgente de otras crisis. Las cartas de los más importantes líderes del país son un signo positivo, debemos congratularnos de que, pese a las diferencias, a los sofismas y a las estrategias mediáticas, sea la palabra (en su vertiente epistolar) y no la violencia física, la ruta para la solución del drama post-elección del 2 de julio. Dice un dicho popular que las cosas caen por su propio peso, los argumentos de Felipe y Andrés Manuel están claramente perfilados en las cartas del lunes. El Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación ponderará el peso específico de las evidencias y emitirá un veredicto. Será entonces cuando los ciudadanos sabremos quién realmente estuvo a la altura de esta circunstancia histórica.