miércoles, septiembre 26, 2007

El desprecio

El desprecio

Ramiro Arteaga Sarabia

En el marco de la Asamble General de la ONU, el secretario general de organismo, Ban Ki-moon, habló de los "sobrecogedores desafíos" que enfrentará el planeta en 2008, desde combatir el calentamiento global de la atmósfera y luchar contra la pobreza, hasta poner fin al conflicto en Darfur, un área de Sudán, y promover la paz en el Medio Oriente.
Ban pidió un "cambio interno de clima", y enfatizó: "Creo que el próximo año figurará entre los que representarán un mayor reto en nuestra historia (…) Sabemos suficiente como para actuar (...) Lo que no tenemos es tiempo”
En Acapulco hemos enfrentado las consecuencias de este cambio en el clima del mundo, desde la inusual descarga de lluvia de Paulina que provocó graves destrozos en la ciudad, hasta la tromba tropical Henriette que llenó de agua y lodo a miles de casas.
Acapulco es síntesis y ejemplo de todos los males que el crecimiento desordenado y la falta de ética pueden provocar en un entorno natural privilegiado.
Ahí están las unidades habitacionales de lucro, donde grandes corporativos juegan con el patrimonio y la vida de miles de acapulqueños, ahí está el desastre ecológico de las playas donde es un peligro meterse, como la de Carabalí.
Los ríos vueltos campos de mierda o la deforestación para construir nuevos núcleos urbanos.
El Presidente de Francia, Nicolás Sarkozy, pareciera hablar a los líderes del municipio y a los ciudadanos de Guerrero: No podemos seguir vacilando
“No es una cuestión de elección entre crecimiento y protección de nuestro mundo. Necesitamos crecimiento limpio (…) Se debe inventar un nueva economía (...) Simplemente no debemos llegar al punto del que no hay retorno”.

En Acapulco pareciéramos estar cerca de este punto de no retorno, pese a esto se siguen otorgando ilimitadamente licencias de construcción a las mismas empresas que construyen casas en lagos, destruyen los ecosistemas y que vuelven más miserables a quienes compran casas con la ilusión de tener un techo propio.

Se siguen otorgando concesiones de transporte público para llenar de asesinos en potencia las calles del puerto, para inundar de taxis y camiones las desgastadas vialidades y para seguir contaminando el aire que respiramos.

El desorden y el desprecio por las normatividades ambiéntales han convertido al paraíso en un lugar con un calor sofocante, donde cuesta trabajo vivir, donde todos hablan de cómo era antes, de las lluvias cotidianas de antaño, de la belleza del mar.

El historiador Jean Meyer, en un bellísimo artículo titulado “Devastación del planeta” (Signo de los tiempos No. 170) habla de la encomienda depositada en los hombres: “nos encargó su buena administración, nos dio el usufructo y el gobierno razonable y responsable del mundo creado; más allá de los hatos domésticos, de los animales silvestres, de los pájaros celestiales y de los peces del mar y de los ríos, nos confío la Creación toda para usar de ella (…) Tenemos que transformarla por nuestro trabajo y desarrollar todas sus potencialidades, lo cual no significa destruir, saquear, ensuciar.”

En nuestra ciudad nadie toma en serio las regulaciones ambientales, nadie protege nuestra casa pese a que las consecuencias de este desprecio ya pueden ser observables a simple vista.

El consumo de Acapulco, la permisividad de las autoridades y la terrible contaminación que nos acecha, deberían ser materia central de la vida política del municipio, algo se puede hacer aún si se olvida la frivolidad y se pone la mirada en lo que verdaderamente importa.

Todos los políticos afirman que la inspiración de su actividad son sus hijos. Valdría la pena cuestionarlos, sin demagogia, sobre el mundo que en su inacción están heredando a sus vástagos.

En este sentido, Meyer evoca la voz del salmista para hablarnos de la responsabilidad histórica de cuidar al planeta: “Lo hiciste rey de las obras de tus manos, pusiste bajo sus pies todas las cosas; todo ganado ovejuno, todo ganado vacuno, y aún todos los animales del cerro, las aves del cielo, los peces del mar, todo animal que recorre sus caminos.”

www.arteagasarabia.blogspot.com

martes, septiembre 25, 2007