miércoles, septiembre 13, 2006

Tiempo

Ramiro Arteaga Sarabia

Seis años de democracia es poco tiempo. Antes del movimiento que derivó en el triunfo de Vicente Fox, era imposible afirmar que vivíamos en un país democrático.

Por el contrario, el régimen de partido de estado era catalogado por intelectuales críticos como una “dictadura perfecta” (Vargas Llosa, 1992).

Cada seis años, esta dictadura sacrificaba al Presidente y en este relevo se fincaba la permanencia de un régimen que cobijaba empresarios, líderes charros, caciques estatales y una clase política disciplinada y corrupta.

Las inciertas estabilidad y paz social se mantenían a costa de nulas libertades sociales, compra de periodistas, fraudes electorales y corporativismo.

Así, se construyó todo un andamiaje de corrupción y todo se justificaba en un complaciente: “pero vivimos tranquilos, en paz”.

Las cuentas hablan de más de 70 años de un régimen antidemocrático. Durante este periodo, personas murieron para cambiar esta realidad opresiva.

Nuestra generación comienza a vivir en democracia: es sencillo publicar lo que pensamos, podemos militar en cualquier partido político sin perder nuestro empleo, votamos por quien nos convence sin importar la institución política.

Podemos ser críticos sin poner en riesgo nuestra vida o la de nuestras familias.

Pero la democracia también es cuestión de tiempo. En España, después de la dictadura de Franco, se requirió de un largo periodo de permanencia de la socialdemocracia (PSOE) en el poder para consolidar un real régimen democrático.

Lo mismo ocurrió en Chile. Los gobiernos emanados del Partido Socialista permitieron la consolidación de instituciones democráticas, el resultado fue una mejor economía nacional, condiciones de vida más homogéneas y una alternancia del poder, es decir, el poder político no fue más propiedad de un partido o de una oligarquía. Cualquier persona de clase baja, media o alta podría acceder a la Presidencia. Rodríguez Zapatero en España, Michelle Bachelet en Chile y Tabaré Vázquez en Uruguay son profesionistas de clase media cuyo esfuerzo y habilidades los han depositado en la Presidencia de sus países.

Ajenos a toda utopía socialista, con políticas de libre mercado y, sobretodo, convencido de las bondades de la democracia, los acuerdos, el diálogo y la libertad política; estos líderes democráticos modernos llegan al poder vía las urnas y asumen su investidura presidencial en el marco de las instituciones.

El proceso electoral que hemos vivido en México es fruto de una democracia de seis años, un dato que pueden utilizar líderes políticos para denostar e intentar destruir a nuestras instituciones democráticas. Nada sería peor para México que un retroceso de este tipo; en España, el 23 de febrero de 1981, hubo un intento de golpe de estado que no prosperó, lo mismo en Chile y en Argentina.
Desde el 2000, México es distinto, sería un sinsentido no reconocerlo, vivimos en un ambiente de mayor libertad y competencia política, la economía no está en crisis permanente.

Falta llevar estos beneficios a más zonas de México e ir aniquilando la pesadilla de la pobreza extrema.

Los mexicanos podemos votar por quien nos plazca, en este turno la mayoría depositó su confianza en Felipe Calderón.

Vendrán nuevos procesos electorales (municipales, estatales y federales) donde podrán ganar los candidatos del PRI, el PRD, el PAN o algún otro partido político capaz de conseguir una mayoría.

La democracia es esta competencia que garantiza el diálogo, la generación de acuerdos, el compartir el poder; hasta este momento histórico es lo mejor que tenemos, por eso vale la pena defender esta libertad que hemos conseguido como país sólo desde hace seis años.

www.arteagasarabia.blogspot.com



No hay comentarios: