jueves, diciembre 13, 2007

Tonantzin Guadalupe

Ramiro Arteaga Sarabia

Dice el historiador Miguel León Portilla, a propósito de la Virgen de Guadalupe, que nadie se atrevería a poner en duda el mito fundante simbolizado en el escudo nacional.
Como recordaremos, los Aztecas, provenientes de la mítica Aztlán, encontraron un águila sobre un nopal devorando una serpiente.
Este signo, predicho por sus profetas, se convirtió en el gran relato de la identidad nacional.
¿Es válida la pregunta sobre si el hecho histórico ocurrió?
¿Es decir, alguien se atreve a pensar si realmente un grupo de hombres vieron la escena?
Dice León Portilla, y comparto el juicio, que los mitos fundantes no requieren la validación histórica para ser parte constitutiva de una nacionalidad.
De esto nos habla la historia de las apariciones de la Virgen de Guadalupe. El relato del acontecimiento guadalupano, construyó una nación, solidificó los cimientos sobre los cuales reposa la idea de lo mexicano y selló el destino de la nación como signo de esperanza y unidad entre los pueblos de Latinoamérica.
La presencia de la Virgen morena en la vida de una nación convulsionada, permitió el mestizaje y la unidad de varios pueblos enfrentados por guerras tribales y coloniales.
El drama de la conquista impedía ver la humanidad de los habitantes del nuevo mundo. Sólo los testimonios de las Apariciones de la Virgen demostraron el valor, la comunión del indigenismo y su destino.
La gente menuda, la escalerilla de tablas, son los destinados por Dios para comunicar a los poderosos su decadencia y su pobreza.
Los pueblos indígenas cobijados por los lienzos de la guadalupana, encontraron en su simbología maternal, la esperanza.
Es tan fuerte el relato de las apariciones que ha perdurado por siglos y ha acompañado la historia de una nación, en sus luchas y sueños de libertad, en sus derrotas y en su porvenir.
Las muestras de fervor guadalupano, que llena el mundo, se evidencia en mandas, en canciones, en retablos, en coplas y cohetones.
En las plegarias que toda una nación eleva y que toma como punto de referencia a la Madre de Dios en su advocación de María de Guadalupe.
Por más que los grandes corporativos de televisión pretendan adueñarse de las celebraciones guadalupanas, es en la organización comunal de las peregrinaciones, de las velaciones y misas, donde se revela el factor de unidad que es la Virgen de Guadalupe.
En cada calle, en cada plaza, en cada iglesia el 12 de diciembre un país, canta "Las mañanitas" a quien consideran su madre y guía.
Mientras esto siga aconteciendo, México, como nación, seguirá proclamando su esperanza. La misma esperanza plasmada en el ayate del indio Juan Diego.
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