lunes, septiembre 10, 2007

El pequeño rebaño

El pequeño rebaño

Ramiro Arteaga Sarabia

Desde la posición de hijo de la Iglesia, a la que considero casa fiel de una bella tradición religiosa, pienso en los hechos recientes que enlutan y llenan de sombras a esta guía moral del pueblo.

Duele saber pero es necesario que así sea, las funestas acciones de sacerdotes pederastas, capaces de terminar de tajo y con violencia con la sexualidad y la religiosidad de unos niños confiados a su cuidado.

Pesa hondo saber que esto de alguna forma fue cobijado por otros sacerdotes. Se trata de conductas anticristianas, injustificables y que requieren de una actuación más decidida por parte de las autoridades civiles y eclesiásticas y por los laicos.

Mal haríamos estos últimos en tratar de defender lo indefendible o en utilizar el argumento flaco de que se trata de una campaña para desprestigiar a la Iglesia.

La verdad de la terrible indemnización económica otorgada por la jerarquía de Los Ángeles a las víctimas de ataques sexuales de sacerdotes pederastas, es una loza funesta que debe pesar en la conciencia de todos los católicos, y que nos debe llevar a actuar para impedir que un hecho semejante vuelva a ocurrir en el seno de nuestra madre y maestra.

Desconozco las características del sistema legal norteamericano, pero como católico, pensar que este escándalo se “solucionó” con un arreglo económico me resulta vergonzoso y terrible.

La pedofilia es un mal apocalíptico, se suma a otros problemas pavorosos de la humanidad. Son expresiones de un estado decadente del mundo.

En este sentido, las condenas pronunciadas por el Papa, los cardenales y los obispos, deben ser proclamas acompañadas de la formación de un rebaño vigoroso, crítico y fiel a la verdad cristiana.

Un rebaño que acompañe a sus clérigos no que les tema, dispuesto a hacer valer sus convicciones personales y a denunciar a los ladrones y pederastas que se han apoderado de la casa del Padre.

Sin la fuerza de un laicado vivo y auténtico, la Iglesia seguirá padeciendo la influencia de muchos siglos sin la participación real de sus laicos.

El pequeño rebaño no puede seguir viviendo con temor su sexualidad, no puede validar la opinión y los actos homofóbicos de unos pocos miembros de la Iglesia y no puede seguir siendo acrítica ante hechos y expresiones desafortunadas de los sacerdotes y de los obispos. En nada ayudan estas inercias a la construcción de una comunidad de fieles.

Por el contrario, para recuperar la voz ética debilitada por estos escándalos, para garantizar la autoridad moral de una institución centrada en el testimonio de Cristo, para ser una fuerte voz crítica ante los macropoderes de la modernidad… para ser todo esto, la Iglesia necesita una conversión permanente.

El rebaño enfermo que somos y que busca con honestidad ser fiel al testimonio de Jesús de Nazareth, reclama a la jerarquía, a quien se depositó el cuidado de la grey, una actuación más humilde, más generosa, más pastoral y espiritual, una crítica fuerte a las fuentes de la decadencia social y política, y un apego a la verdad revelada, emanada de sus conciencias.

Éste es mi punto de vista desde una humilde posición de hijo de esta institución construida por un pobre y perseguido hombre de Galilea.

www.arteagasarabia.blogspot.com

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