miércoles, enero 24, 2007

El sentido de la justicia

Ramiro Arteaga Sarabia
En la película En el nombre del padre (In the name of the father, Inglaterra, 1993) de Jim Sheridan, un grupo de irlandeses excluidos, quienes vivían en una especie de comunidad hippie, son culpados de gestar un atentado que destruye la vida y la paz de los habitantes del centro de Londres.
En el mismo filme, las autoridades encargadas de la investigación conocían perfectamente que este grupo de vagos no eran culpables. Pese a esta verdad, los inculparon. Su propósito era claro: dar a la sociedad una solución ficticia a un problema que amenazaba la estabilidad política del Estado inglés y permanecer en sus puestos.
Los excluidos fueron procesados e inculpados, vejados y destruidos, lo mismo ocurrió con sus familias. La cinta de Jim Sheridan nos ubica en una realidad histórica que ha sellado una desconfianza casi universal en las policías y en los aparatos de justicia del mundo.
Y es que la operación de las policías se centra en una visión reductiva del sentido de la justicia y en la apropiación funesta que de este bien han hecho los organismos colegiados procuradores de la seguridad pública.
Precisamente, esta visión miope de la justicia ha generado en la historia del mundo y, obviamente de México y Guerrero: torturas, chivos expiatorios, encarcelamientos de inocentes, compra de testigos, utilización de mediums, fabricación de pseudo complots… y sólo en muy pocos casos los verdaderos responsables de atrocidades y actos inhumanos han recibido la justicia administrada por el Estado.
Así, en el filme En el nombre del padre, el aparato de justicia inglés, en sus más altos niveles, se valió de todos los medios a su alcance, el asesinato incluso, para sostener un montaje que destruyó la vida de muchos y engañó vilmente a la sociedad.
Por desgracia, más que la justicia para los implicados en sendos atentados, esta forma de operación de los cuerpos de justicia se ha convertido en una constante. Por eso casi nadie cree en las versiones policiacas, por eso casi nadie confía en los cuerpos de seguridad; por eso, hoy, miles de personas inocentes están presas en el país, mientras los Bejarano, los Salinas, Los Guzmán Loera…siguen impunes, habitando sendas casas, consumiendo manjares y sobrellevando una vida de lujos y excesos.
San Agustín decía que la esperanza tenía dos bellas hijas: el coraje y la valentía, el coraje ante el estado de las cosas y la valentía para cambiarlas.
De esto se compone nuestra esperanza, de recuperar el sentido trascendente de la justicia, de exigir que los encargados de guiarnos hacia la verdad jurídica se comprometan a asumir las consecuencias que trae consigo el apego a los hechos y la salvaguarda de la verdad.
Sobretodo, mi esperanza radica en el compromiso de dedicar el resto de mi existencia a vivir en la justicia y hacer que mis semejantes también puedan habitar en un entorno de respeto por su vida, por su dignidad; e intentar que nadie, por algún tipo de capricho personal o de grupo, pueda ser víctima de algún atentado contra su vida o su libertad.
He definido a la política de servicio como mi vocación, sé que puedo hacer algo para que la procuración de justicia mejore en nuestro estado y en México. Ésta es una de las conclusiones que extraigo de la pesadilla que yo y mi familia vivimos.
Nadie podrá restituir la vida de Jorge Bajos, su muerte es una desgracia que me llena de coraje y de valentía, las hijas que San Agustín atribuía a la esperanza.Guiado por ellas exijo que el aprecio por la verdad sea la guía de quienes investigan su asesinato.
Al igual que en la película En el nombre del padre, la historia nos dice que siempre la verdad termina por revelarse. Esperaré paciente a que este hecho ocurra.
www.arteagasarabia.blogspot.com

No hay comentarios: