miércoles, diciembre 20, 2006

Espíritu navideño

Ramiro Arteaga Sarabia

Es complicado expresar que tipo de consecuencias prácticas podrían extraer de la navidad los profesionales de la política.

Sobretodo cuando la navidad es asociada a las comilonas, las canastas de vinos y al bacalao, a la fiesta, a los regalos, a los pinos adornados, a las esferas, a las luces multicolores y a Santa Claus.

Y la política es asociada a escándalos, corrupción y mentiras.

Ambas concepciones sólo podrían traer como consecuencia un mundo vacío, destinado a sofocar los recursos naturales del planeta, y en guerra.

Un mundo donde la gente muere de hambre, de falta de acceso al agua potable y de enfermedades que es posible curar con un suero o un baño con agua limpia.

El rostro del mundo que se revela en la navidad de 2006 es el de la guerra de Irak, el de la tortura en la cárcel de Abu Graih, el de los prisioneros de guerra de Guantánamo, el rostro de la migración africana hacia Europa, los indocumentados que mueren al intentar llegar a Estados Unidos y los centroamericanos vejados en la indomable frontera sur de México.

Frente a este caos, la mentira política se posa con naturalidad en el mundo. Frente a este estado de corrupción global, se revela un hecho místico: el nacimiento de un niño pobre en la oscura Palestina del siglo I, hace unos 2 mil años.

Es un acontecimiento que divide la historia del mundo, que nos conmueve por su sencillez y que construye una verdad de carácter universal: el suceso histórico más importante para la humanidad es un nacimiento que ocurre en el silencio de una gruta.

La historia de la humanidad también ha constatado que los más importantes sucesos, las decisiones que derivan en un mundo mejor, son hechos que ocurren siguiendo este mismo patrón, cuando el silencio del espíritu se revela y entonces el mundo se transforma.

Y es que es en este silencio místico donde se desenvuelven las convicciones, la posibilidad de amar a los enemigos, la oportunidad de ser hospitalarios y la gracia de dar la vida por los amigos.

Porque es en el silencio donde se asienta el verdadero rostro del hombre, lo mejor que podemos llegar a ser.

Por desgracia, tal rostro ha sido opacado y oculto por las redes tecnológicas, por la fastuosidad de las luces, por los rascacielos y las máquinas que en su supuesto confort terminan por destruir los recursos naturales del planeta, para que sólo unos cuantos puedan disfrutar del aire acondicionado y de las macroplazas comerciales.

Un mundo donde los teclados suplen a la conversación personal, un mundo donde la navidad tiene el rostro del capital, constituyendo una antitesis del rostro de la gruta, y del niño de la esperanza que nace, insisto, en la pobreza extrema.

La política de nuestros tiempos ha sido víctima de una mentira: se cree que la clave es destruir al opositor, aparecer en medios de comunicación, en televisión sobretodo, llenar bancadas, incrementar el número de carreteras y manjares, comprar conciencias…

Se olvida muchas veces, que la única realidad que da sentido a la praxis política es el rostro del prójimo.

Y es precisamente en la poesía del buen Samaritano, que años después enunciará el niño de Belén; del ser humano que baña, hospeda y cuida a su enemigo ideológico-político, donde este sentido de la política se revela en toda su magnificencia.

Si tal visión de la política pudiese discutirse y ser motivo de cambios en el silencio de las conciencias de los actores políticos, la humanidad sería distinta.

No dudaría en tal caso de desearles a todas y a todos una Feliz Navidad, y que el Verbo Encarnado, por quien celebramos estas fiestas, nazca en el seno de nuestras familias.

www.arteagasarabia.blogspot.com

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