miércoles, agosto 16, 2006

Once palabras

Ramiro Arteaga Sarabia
Gandhi fue un líder espiritual, cuya congruencia de vida y su pensamiento, incluso poético, lo han colocado en uno de los estrados más altos del siglo pasado. Su humanidad era rica en sabiduría, el proceso que siguió como líder moral del vastísimo pueblo indio, fue, en sentido estricto, un proceso de conversión. Existen muy pocos elementos de enlace entre Gandhi y López Obrador, quien acostumbra a decir en sus discursos la siguiente frase: “Líder no va a faltar. Seguiré adelante hasta las últimas consecuencias”.
Gandhi logró una revolución pacífica. La fuerza de la verdad del líder indio nacía de su convicción espiritual y de un conocimiento profundo de su pueblo, por eso vestía de tal modo, para criticar el sistema de producción industrial, y poner el dedo en la llaga del maquinismo y el consumo desmedido. Gandhi fue un hombre santo. Sus discursos siempre aludían a la necesidad de la felicidad íntima, de la búsqueda de la verdad y de la libertad como formas de relación entre la creación y el hombre, de la democracia y la tolerancia: “Mi concepto de democracia consiste en que el más débil debe tener las mismas oportunidades que el más fuerte. “Si queremos evitar que la ley y el capricho de la multitud rijan el desenvolvimiento de la comarca… en problemas de vital importancia, los conductores deben obrar contrariamente a la opinión de las masas si éstas no cuentan con razones para sustentarla. “Es inútil un líder cuando actúa contra el dictado de su conciencia debido a que lo rodean personas que sostienen toda suerte de puntos de vista. Si carece de una voz interior que lo sostenga y lo guíe, navegará a la deriva como un navío sin timón. En materia de conciencia, la ley de la mayoría no cuenta. “El verdadero demócrata es aquel que valiéndose de medios exclusivamente no violentos defiende su libertad y, por lo tanto, la de su patria y, en última instancia, la del género humano. “La democracia disciplinada y lúcida es lo mejor del mundo. Una democracia llena de prejuicios, ignorante y supersticiosa se debatirá en el caos y hasta es posible que llegue a destruirse a sí misma”. Andrés Manuel no es Gandhi, su movimiento no tiene la fuerza moral, ni se sustenta en la verdad, el daño que hace a los prójimos es indiscutible, el plantón de Reforma y su discurso de polarización social no apuntan a la unidad, las palabras que selecciona para arengar a una masa llamada Asamblea no tienen el peso histórico de la poesía gandhiana. Compararse con Gandhi y Luther King es sólo una herramienta retórica que no soporta un mínimo análisis histórico. El corazón de Andrés Manuel no está depositado en la verdad sino en el poder, en un artefacto simbólico: la silla presidencial.
En Acapulco, hemos sido víctimas de líderes de este tipo, empecinados en conseguir el poder a cualquier costo; la lista es larga, ninguno de ellos se asoma al liderazgo de Gandhi. La poesía de Gandhi y su compromiso real con una concepción moderna de la pobreza es un ejemplo a seguir para todos los que aspiramos a construir un mundo mejor, la resonancia de su reflexión sobre la economía obliga a mirar el mundo del consumo y criticarlo: “Debiéramos avergonzarnos de descansar o de disponer de una comida completa mientras haya un hombre o una mujer físicamente apto sin trabajo o sin alimento. “Aun en un mundo más perfecto fracasaríamos en el intento de evitar las desigualdades, pero podemos y debemos evitar la rivalidad y la amargura.“La idea de la guerra de clases no me atrae. “No puede terminarse con la explotación del pobre por medio de la destrucción de unos cuantos millonarios, sino eliminando la ignorancia del pobre y enseñándole a no cooperar con sus explotadores. Esto también convertirá a los mismos explotadores. El capital en sí mismo no es un mal; lo que está mal es su uso injusto. El capital, de una u otra manera, siempre será necesario.“El absoluto renunciamiento a todas las posesiones personales es algo que muy pocos, inclusive entre la gente común, son capaces de poner en práctica”.
El líder que se asoma en las once palabras de AMLO no tiene la estatura ética de Mahatma, qué lástima no poder contar con un líder así. Qué más desearía en este momento, que poder decir que la frase mediática “un peligro para México” hubiera sido falsa.

No hay comentarios: